Firma nuestra peticiĆ³n para que no haya más menores en escuelas taurinas siguiendo las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño de la ONU.
El no reconocimiento de la sociedades de determinados actos violentos como los que se ejercen sobre los animales, no significa que a nivel perceptivo nuestro cerebro no este normalizando escenas violentas, y asociándolas a conceptos más genéricos conocidos por nosotros anteriormente.
La violencia como definición es el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o conseguir algo.
En la enseñanza continuada del maltrato y del maltrato extremo (muerte) es una clara muestra de ejercicio de violencia, donde el dominio del fuerte sobre el débil queda de manifiesto. El acto más que responder a un mantenimiento de la tradición, responde a la normalización de lo ya visto en numerosas ocasiones por esta población en diferentes ámbitos. Cambiar el objeto de la violencia, no modifica las necesidades y los valores que subyacen al acto. En base a los mecanismos de generalización que usamos para simplificar la realidad que nos rodea, este acto, sigue influyendo en el proceso de validar el aprendizaje de la utilidad de la violencia, en especial sobre lo que consideramos más débil y dominables ( animales, mujeres, niños en nuestra sociedad actual)
Resulta intolerable, por poner un ejemplo reciente, que un ayuntamiento como el de Tarifa haya mantenido hasta hace muy poco tiempo un convenio de colaboración con la escuela taurina de esa localidad, una sucursal de la del Campo de Gibraltar, que solo tiene un alumno.
Según el Centro de Asuntos Taurinos (CASTA) de andalucía, en esta comunidad autónoma hay 24 escuelas taurinas; según el Ministerio de Cultura y la Junta de Andalucía, son 26. De estas 24, 8 son públicas y 16 privadas, aunque el CASTA aclara que el acceso a cualquiera de ellas es gratuito.
A las escuelas taurinas de Andalucía hay que sumar las de Aragón (2), Cantabria (1), Castilla y León (2), Castilla La Mancha (11), Cataluña (1), Comunidad Valenciana (4), Extremadura (2), Comunidad de Madrid (4) y Murcia (2). La mayoría de ellas son privadas pero, a pesar de serlo, reciben subvenciones públicas.
Si hacemos un poco de historia veremos que tauromaquia y dinero público siempre han ido de la mano. Por ejemplo, la primera escuela de este tipo que se creó en España durante el reinado absolutista de Fernando VII. Fue fundada en Sevilla en 1830 y recibió el nombre de Real Colegio de Tauromaquia y también el de Escuela Gimnasio Taurina. Esta escuela se subvencionó mediante tributos que debían aportar todas las capitales de provincia y ciudades donde hubiese Maestranza de Caballería, que eran muchas, lo que provocó no pocas quejas y desobediencias, y probablemente condiciona su efímera vida, ya que desapareció en 1834. Las ayudas públicas que recibía la escuela, además de sufragar las becas de los alumnos, servían para pagar corridas de toros y novilladas.
Es evidente que un oficio cruel como es el de maltratar y torturar becerros, bovinos de menos de 2 años, novillos de 2 y 3 años, toros de 4 y 5 años, e incluso vacas de edades variadas, todos ellos de raza de lidia, necesita de una pulida técnica, especialmente en el manejo del capote, la muleta, el estoque y el verduguillo, que son los utensilios de los que un aprendiz de tauromaquia, un novillero o un torero se valen para lidiar. El conocimiento de las reacciones de estos animales cuando se ven acosados y responden ante el miedo y el dolor que se les provoca es también indispensable para reducir al máximo los riesgos, así que, además de lo que llaman clases prácticas, en las que se les enseña a manejar los trastos de torear, se les educa, según dicen, como personas y profesionales, y se preparan físicamente, hay que torear y matar. Matar de verdad. Y lo hacen en algunas de las escuelas, en las ganaderías de lidia y en los cosos taurinos, la mayoría de las veces fuera de la vista del público.
1963 cuando aparece en el panorama taurino español una nueva escuela de tauromaquia, la segunda en la historia, propiedad de un ex novillero, que tenía carácter privado, ubicada en Carmona y conocida como Venta de la Vega. Es allí donde Morante de la Puebla toreó su primera becerra con 11 años, y Finito de Córdoba mató su primer novillo, sin especificar la edad con que lo hizo. Mejor no saberlo.
Por tanto, podemos decir que las escuelas de tauromaquia no tienen tanta tradición como se quiere hacer creer, si exceptuamos la primera de todas ellas, que como hemos visto, duró poco más de 3 años. Por lo menos no tanta tradición como las escuelas del saber en las que los alumnos adquieren conocimientos que les serán realmente útiles el resto de su vida sin necesidad de maltratar física y emocionalmente a otros seres vivos.
Concienciar a la sociedad sobre la necesidad de proteger a las niñas y niños de la exposición a la violencia, para que puedan crecer. Uno de los pasos importantes es acabar con la enseñanza de la violencia porque la exposición a modelos violentos, puede traducirse según las teorías de la imitación, en un modelo referencial de conducta, sobre todo si es reforzado desde diferentes ámbitos, y validado por figuras de referencia y autoridad.
El Comité de los Derechos del Niño de la ONU se ha referido de forma explícita a la violencia física, psicológica y emocional a la que están expuestos los niños que asisten a escuelas taurinas y se entrenan para dañar y matar a un ser vivo sentiente.
Genera tu propios tweets con mensajes a favor de la infancia. Por favor, no entres en confrontaciones, ni siquiera respondas a los taurinos que te ataquen.
Enlaces de interes:
http://www.eldiario.es/caballodenietzsche/Escuelas-tauromaquia-maltrato-animal-legalizado_6_540055990.html
https://avatma.org/2015/11/29/informe-tecnico-veterinario-sobre-las-becerras
https://www.lamarea.com/2017/07/10/infancia-y-tauromaquia